jueves, 27 de septiembre de 2012

EMPODERAMIENTO Y TOLERANCIA AL ERROR - Lo más importante no es empoderar, si no ser tolerante al error.



Cecilia era una chica de 14 años que admiraba con pasión a un grupo juvenil de moda del extranjero. Su papá había escuchado algunas canciones de éste grupo y apoyaba a Cecilia porque además las canciones estaban en inglés, lo cual evidentemente estaba facilitando el aprendizaje de inglés en su hija. Su mamá también la apoyaba pues recordaba el grupo juvenil que admiraba algunos años atrás, “solos algunos pocos años” decía ella, además ello aportaba al acercamiento con sus amigas quienes también gustaban mucho del grupo juvenil. 

Cecilia tenía la expectativa que el grupo llegara a realizar un concierto en su país, suponía que las entradas podrían estar un poco caras (más aún si quería estar en primera fila), lo cual podría ser poco viable para ser pagadas por sus padres. Su papá le propuso darle US$10 semanales para que cuando llegara el día de comprar las entradas sea viable su asistencia al concierto en una buena ubicación, además quería enseñarle por primera vez la importancia del ahorro para un objetivo dado.

Juan, el papá de Cecilia, es un destacado jefe de ventas en una empresa familiar, él tiene poco más de tres años laborando en ésta empresa, la misma que cuenta con veinte años en el mercado importando y comercializando productos para la industria agropecuaria. Los dueños de la empresa habían decidido formular un plan estratégico para los próximos cinco años; en el cual, entre otras intenciones, se desarrolle muy bien el empoderamiento, pues querían que la empresa crezca  mucho más de lo logrado en los últimos años; sin embargo su estilo directivo había sido intolerante al error: comúnmente levantaban la voz cada vez que algún resultado era diferente al que ellos esperaban, criticaban duramente y públicamente a la o las personas responsables, no permitían que las personas sigan realizando labores importantes, siempre estaban acusando de falta de aptitud, negligencia o compromiso con su trabajo, etc.

Uno de esos fines de semana, Cecilia fue invitada por los papás de su mejor amiga para salir de paseo y almorzar dado el cumpleaños de su amiga. Hacía algunas semanas había visto, en una tienda del mismo centro comercial, una polera muy bonita justamente de su color favorito que era un poco cara, no le hacía falta polera alguna pues tenía las necesarias y bonitas compradas por sus papás. Cecilia pensaba que esa era “LA POLERA” y que dado que tenía dinero ahorrado podía comprarla. Así fue, tomó dinero de lo ahorrado para las entradas al concierto del grupo juvenil y se compró la polera.

Cuando Cecilia llegó a casa, su papá la vio con la polera nueva y preguntó como la había conseguido, ella respondió con mucha naturalidad “con MIS ahorros, pues…”, lo que causó la ira de Juan al haberle dado un sentido diferente a los ahorros que Cecilia venía acumulando, le levantó la voz, la criticó, la acusó de falta de aptitud y le cortó la entrega de los US$10 semanales, Cecilia no le habló por varios días.

Luego de unas semanas, se realizó una jornada de planeamiento estratégico en la empresa donde labora Juan. El presidente del directorio, Eduardo, uno de los hermanos de la empresa familiar, el más intolerante, hizo una exposición sobre empoderamiento producto de haber tenido un coach los últimos meses y de estar culminando estudios de pos grado sobre el tema. En una parte de su exposición dijo: “Lo más importante no es empoderar, si no ser tolerante al error”, Juan comentaba con sus colegas que realmente Eduardo estaba siendo más tolerante en las últimas semanas y que ciertamente ellos estaban empezando a perder el temor a equivocarse. Eduardo se comprometió a ser más tolerante, compromiso que allí mismo fue anunciado públicamente por los otros hermanos que laboran en la empresa, quienes ya habían coordinado al respecto en los últimos directorios. En el plan estratégico decidieron colocar indicadores sobre el empoderamiento, la innovación y la creatividad, sin dejar de medir los resultados de crecimiento que esperaban en la empresa.

Juan habló con su hija Cecilia, sobre la importancia de tener prioridades para el ahorro, que volvería a darle los US$10 semanales en la medida que se comprometa a que ese ahorro sea exclusivamente para las entradas al concierto, además le hizo notar que con lo ya gastado y las semanas que habían pasado era muy probable que ya no podría estar en primera fila. Cecilia se comprometió a respetar los acuerdos y pidió que el dinero ahorrado sea guardado por su mamá.
 
A las pocas semanas Cecilia conversó con su papá y le propuso hacer poleras con dibujos del grupo juvenil que ella había diseñado, tomando como capital lo ya ahorrado para venderlas entre sus amigas y por internet a las distintas admiradoras del grupo juvenil, de hecho había diseñado una polera muy exclusiva que se haría solo para sus mejores amigas.

En el concierto del grupo juvenil, los cantantes saludaron a un grupo de chicas que estaban en primera fila usando las poleras exclusivas diseñadas por Cecilia; ella jamás olvidará ese momento…, en el que hubo tolerancia al error.